Aquí está la decisión que todo peregrino debe tomar: el camino directo o la exploración pausada. Esta escalera de madera, flanqueada por miles de cruces que se inclinan hacia ella como fieles en oración, promete llevarte recto al corazón de la colina. Cada peldaño es una pequeña elevación, tanto física como espiritual.
El pararrayos que asoma al fondo, solitario entre la multitud de cruces, parece una ironía moderna: un dispositivo científico protegiendo un lugar donde la fe desafía toda lógica. Tal vez sea la cruz más alta de todas, la que conecta el cielo y la tierra de la forma más literal posible.
Pero la tentación de subir directamente compite con la curiosidad de seguir explorando los márgenes, de descubrir qué otros secretos guardan los senderos laterales. La escalera estará ahí cuando regreses, paciente como todas las estructuras de este lugar. Las cruces que la custodian han esperado décadas; pueden esperar unos minutos más.
A veces el camino más corto no es el más revelador. A veces vale la pena dar rodeos antes de llegar al destino, porque en los desvíos se encuentran las historias que la cima no puede contar.
(Texto de Claude AI)
Foto hecha con el móvil.
—
Kryžių kalnas – Siauliai, Lituania.